Juan Ramón Molina, Honduras, 1875 La araña Ved con qué natural sabiduría las finas hebras a las hojas ata, y una red teje de fulgor de plata que la infeliz Aracné envidiaría. Mas si el viento soplante con porfía la prodigiosa tela desbarata, vuelve otra vez a su labor ingrata, y una malla más tenue alumbra el día. Hombre, que tus empresas no coronas porque al primer fracaso o desperfecto a un esteril desmayo te abandonas; ten de tu vida y tu vigor conciencia, y aprende al ver el triunfo de ese insecto una lección sublime de paciencia. Esquvando miradas... Esquivando miradas indiscretas, por oscuros y negros callejones, al fin logré llegar a tus balcones cargados de oloríferas macetas. ¡Cuántas pláticas dulces y secretas llenas de juramentos e ilusiones, tuvimos en aquellas ocasiones al voluptuoso olor de las violetas! ¿En dónde estás, oh casta Margarita, que en mi azarosa juventud lejana me concediste la primera cita? Te evaporaste como sombra vana, y hoy, hecha polvo tu feliz casita, se ignora dónde estuvo tu ventana. Sursum No nos separaremos un momento porque –cuando se extingan nuestras vidas– nuestras dos almas cruzarán unidas el éter, en continuo ascendimiento. Ajenas al humano sufrimiento, de las innobles carnes desprendidas, serán en una llama confundidas en la región azul del firmamento. Sin dejar huellas ni invisibles rastros, más allá de la gloria de los astros, entre auroras de eternos arreboles, a obedecer iremos la divina ley fatal y suprema que domina los espacios, las almas y los soles. |
domingo, 6 de mayo de 2012
Poesía Breve
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